Santiago Amoltepec

 

 Publicado en NVI Noticias el Martes 21 de febrero de 2023

Arturo Tapia*

La semana pasada la prensa documentó un enfrentamiento armado en Santiago Amoltepec, un municipio localizado en la Sierra Sur, que dejó cinco personas muertas.

A mi juicio, los hechos deben tratarse más allá de la nota roja, porque se refieren a un municipio que, según mi entender, ha evolucionado a través del tiempo, y del binomio conflictividad-violencia, hacia la disolución societal y el malestar crónico de sus habitantes. Pero en Oaxaca hay casos similares que pueden seguir la misma trayectoria, por eso conviene mirar los hechos de Amoltepec con atención.

Más allá de si se trató sólo de un acto de amedrentamiento contra el presidente municipal o si había la intención real de asesinarle, el hecho relevante es que, el modus operandi observado en los agresores es propio de territorios en los que, por un lado, se han instalado poderes fácticos (armados); y por otro, existe una alta percepción de impunidad ante la infracción de la ley; o sea, territorios donde el estado de derecho se ha disuelto de facto, ¿Cómo llegó Amoltepec a esto?

Desde hace mucho tiempo el municipio escenifica una alta conflictividad agrario-limítrofe con al menos tres vecinos (Santa Cruz Zenzontepec, Santa María Zaniza y San Mateo Yucutindoo). Alguna de estas disputas cumplió ya más de un siglo. Además, en algunos casos existen resoluciones agrarias que ninguna autoridad logra hacer cumplir, y las múltiples mesas de diálogo rotas se alternan con emboscadas, asesinatos, rencillas, incendios de cultivos y climas de hostilidad. Un patrón tan longevo de violencia, sea latente como manifiesta, no puede sino madurar la percepción de inoperancia de la institucionalidad y de la ley.

Lo anterior se imbrica con el aislamiento geográfico de varias de las agencias municipales de Amoltepec. El resultado es, probablemente, la maduración de imaginarios localistas de autodefensa, de justicia por mano propia o de impunidad, asociados al escepticismo frente a lo instituido. Recordemos que en agosto del 2012 la población retuvo a doce elementos de la policía estatal como medida de presión en el marco de un conflicto político. Este recurso trasluce un descrédito entre la población de las figuras de autoridad. En el mismo sentido, durante la pandemia de COVID-19 el municipio fue uno de los que violaron las medidas sanitarias permitiendo la realización de una fiesta.

Es probable que el aislamiento geográfico-legal afecte las percepciones y el realismo de los grupos acerca de los alcances o de la visibilidad de sus actos. Quienes dispararon contra el presidente municipal de Amoltepec lo hicieron a plena luz del día y con armas de alto poder; es decir, como resguardados por un supuesto escenario no escrutable ante el ojo externo y por ello mismo con alta probabilidad de impunidad. Es una violencia cínica.

Por otra parte, los poco más de 50 millones de pesos anuales que recibe el municipio han desatado desde hace al menos diez años una verdadera disputa entre grupos políticos. A los conflictos electorales de años pasados han seguido denuncias de corrupción por parte de actores inconformes, las cuales se corroboran con el hecho de que la cuenta pública del ejercicio fiscal 2018 del municipio fue una de las que la 64 Legislatura del estado no aprobó, ordenando al Órgano Superior de Fiscalización dar seguimiento.

Si es verdad que el recurso público es desviado en favor de grupos políticos municipales, se puede inferir que ese recurso está financiando, por vía de la corrupción, las armas de alto poder que vimos en las sangrientas escenas de la semana.

Cabe anotar que, en la medición 2020 de CONEVAL se colocó a Amoltepec entre los quince municipios con mayor pobreza del país. Infiero que, el clima de conflictividad-violencia está generando estos efectos de marginación, y no al revés, con lo cual, el malestar de los habitantes no puede ser mayor.

En Amoltepec todos los males se conjugan. A la crónica conflictividad agraria y sus muertos han seguido la conflictividad interna a manera de disputa política por los recursos públicos. Los métodos de litigio cada vez son más violentos. Tal pareciera que, en el fondo ha madurado la percepción de que el estado de derecho es una ficción de nuestro liberalismo político-jurídico y de que como corresponde a la disolución de toda comunidad política, el verdadero principio normativo es la ley del más fuerte.



* Investigador por México en el IIS-UABJO. Correo: latapiagu@conacyt.mx

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