Mercado de siglas




Por: Arturo Tapia 
IxM en el IISUABJO 

latapiagu@conahcyt.mx

Durante los últimos días los partidos políticos están publicando sus listas de candidatos(as) a los diversos cargos de representación popular que se disputarán en junio próximo. En el caso específico de MORENA, se está designando también a los coordinadores de los comités municipales de defensa de la cuarta transformación, encomienda ésta que, funciona como antesala de las candidaturas a las presidencias municipales.
Como suele suceder en estas coyunturas, la competencia y el conflicto han subido de tono. Al menos, esto hemos estado viendo en Oaxaca en los últimos días. Las estrategias de los aspirantes han terminado por generar un verdadero mercado de siglas partidistas en el que aquellos que no son elegidos por sus dirigencias, amagan con competir bajo siglas distintas.
En este contexto, la semana pasada siguió ampliándose la lista de diputados(as) locales del PRI que abandonaron su grupo parlamentario -y su militancia partidista- para contender en las elecciones de junio bajo las siglas de otros partidos. La bancada de este grupo ha quedado reducida a tres diputados.
Por su parte, tras la publicación de sus listas de candidatos(as) la dirigencia estatal de MORENA enfrentó reclamos de nepotismo, opacidad y violación de derechos políticos por parte de varios aspirantes. A este respecto, la prensa registró inconformidades en Ocotlán de Morelos, San Pedro Mixtepec, Tuxtepec, entre otros.
Mientras unos partidos de oposición están sufriendo una verdadera desbandada de militantes, y otros están siendo el receptáculo de los migrantes partidistas, MORENA enfrenta una fuerte competencia interna con potenciales conflictos, avivados por la alta expectativa de triunfo de sus candidatos, es decir, cualesquiera que sean estos últimos(as), tienen altas probabilidades de ganar. Las siglas del partido oficial dan en sí mismas una ventaja a quienes las abanderan y esto hace más intensa la competencia por las candidaturas.
Todo este juego político que estamos viendo indica que, en el sistema de partidos se ha instalado la regla del pragmatismo extremo según el cual, está justificado el cambio de siglas partidistas conforme a la conveniencia del proyecto político personal o de grupo. De esta manera, el espectro ideológico está desdibujado, pero también la dimensión ética, porque el intercambio de siglas no tiene restricciones y admite el ir y venir de personajes de dudosos antecedentes y de dudosas prácticas con el erario. En el juego político actual se pueden demasiadas cosas o se vale de todo. No es éste un buen mensaje para la clase política que, desarrolla la normalización de malas prácticas.
Así las cosas, los ciudadanos de a pie tenemos que ser testigos pasivos de una intensa competencia política por los cargos de elección popular que, a pesar de ser financiada con recursos públicos, a veces parece divorciada del verdadero interés ciudadano. Además, la competencia y sus conflictos consumen recursos financieros y anímicos de la sociedad. La falta de escrúpulos de los aspirantes a cargos cansa.
No es exagerado señalar que la competencia y los repartos de candidaturas que hemos visto estos días tiene lugar en un campo en el que realmente se generan bienes privados a través de proyectos políticos personales, familiares o de camarillas. El presidente de la república no lo ve, porque percibe el país desde la presidencia, desde su gabinete y desde una perspectiva macro. Le interesa que MORENA conserve el ejecutivo federal y que obtenga mayorías legislativas. Pero a nivel microlocal el movimiento que encabeza está siendo colonizado por los grupos que saben hacer la política de siempre. Aquí no hay ninguna novedad. Oaxaca nos da ejemplos abundantes a través de los expresidentes municipales que logran perfilar como candidatas a sus esposas o a algún familiar.
Bien mirado todo, simplemente se cumple la ley de hierro de la oligarquía (R. Michels); es decir, la ley según la cual, a los representantes populares les ha costado tanto trabajo llegar al cargo que, una vez en éste, buscan preservarlo directamente (con su reelección) o a través de sus familiares o camarillas.
Para decirlo de forma sencilla: a nivel local los partidos no funcionan como mecanismo de representación política, sino como mecanismo para resolver la competencia entre camarillas políticas y cumplir proyectos personales o de grupo.
Es claro que estando las cosas así, hay bienes públicos que como ciudadanos no podemos esperar del corrompido sistema de partidos políticos. Se necesita el concurso de la sociedad en un horizonte de autogestión y de autopromoción de su interés.

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